martes, 15 de octubre de 2013

Día Mundial de la Muerte Perinatal y Neonatal

Estos días ando con el entusiasmo a flor de piel, y es que estoy inmersa en los preparativos de una celebración, para mí, muy especial.
No es una novedad, para lo que vivís el día a día conmigo, que me oigáis hablar de las cosas de petits. Siempre hay algo que hacer, siempre hay papás que atender, o cosas que organizar.
Pero cuando se acerca octubre, el stress se multiplica por mil, y las horas se aceleran y se acortan unos 30 minutos. Me falta día y me sobra sueño para poder abarcar todo lo que mi mente planea y me encantaría poder disponer de siete manos y tres cabezas.

Este será el tercer año que desde petits amb llum celebremos el Día Mundial de la Muerte Perinatal y  por todo lo alto.
Así, llamado por su nombre puede crear cierto rechazo, pero tenemos la habilidad de convertir la pena en alegría, cambiar las lágrimas por sonrisas y honrar a nuestros bebés como se merecen. Es por eso que hacemos una fiesta y te invitamos. Queremos darles un brillo celestial a nuestros bebés de luz.

La primera Diada fue preciosa. Hoy he querido recuperar el pequeño texto que escribí, a petición de Mónica Álvarez, para la web de duelo gestacional y perinatal (www.duelogestacionalyperinatal.com) :

“Petits amb Llum” es una asociación de papás, mamás y familiares que un día tuvieron que dejar marchar a sus bebés. El pasado 15 de Octubre celebramos nuestra primera Diada.
La hicimos coincidir con el Día Mundial de la Muerte Perinatal y Neonatal que a día de hoy sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad.
Fue una jornada tierna y dulce. Decorada con amor y sencillez. Abrigada por abrazos y lágrimas. Creada con sonrisas y vida.
Un día para el recuerdo. Un día para tantos bebés que cambiaron la cuna por las estrellas. Los brazos de sus papás por la luz de la luna. Las caricias de sus seres más queridos por las lágrimas de amor que siempre nos despertarán.
Nuestros bebés brillan y brillarán siempre.
Cada vez que les recordamos, viven.
Cada vez que les nombramos, vibran.
Cada vez que les soñamos, aparecen.

Gracias a cada persona que estuvo allí y aportó su granito de amor a nuestro proyecto de luz. Gracias por vuestras manos, vuestra voz, vuestra música, vuestras fotos, vuestros pasteles, vuestros globos. Gracias por vuestras manualidades, vuestras aportaciones, vuestras risas, vuestras lágrimas, vuestro tiempo, vuestro calor. Gracias por  vuestros aplausos, vuestra sencillez, vuestras emociones, vuestros abrazos, vuestra sinceridad.
Gracias por ayudarnos a darle nombre a cada uno de nuestros hij@s que existieron un día en la tierra y existirán para siempre las estrellas.

Noelia, mamá de Cora (una petita amb llum).

Sin duda fue la celebración más emotiva que he presenciado jamás. Para mí, fue el funeral que Cora jamás tuvo. La despedida que necesitaba hacerle, y que pude realizar 9 meses después de que estrenara sus alas.
Curiosamente, al siguiente mes, me embarazaba de Adai. ¿Casualidad? No. Simplemente necesitaba darle a Cora su lugar, y al hacerlo, dejaba espacio para que otro bebé llegara. Y llegó.

Animo a todas las familias que han perdido uno o más hijos, a que se acerquen a compartir este día con nosotros. Y a las que no, que vengan también, que celebrar este día entre mamás y papás de todas las índoles y características es lo que normaliza las pérdidas.
Que aunque nos una la muerte rebosamos vida.

La celebración tendrá lugar el próximo sábado 19 de octubre, en la Plaza de la Concòrdia de Barcelona, en el barrio de Les Corts, de 10 a 14h.
Me encantará veros por allí.
Para ir abriendo boca, os dejo el vídeo que monté hace dos años, con las imágenes de la primera Diada.


Gracias por ayudarnos a Romper el Silencio, este duelo existe.



miércoles, 9 de octubre de 2013

Tendré que imaginarte

Suena mi teléfono nuevo. Me cuesta identificar de dónde sale ese ruido estridente. Es la primera llamada que recibo.
Al otro lado, una voz dulce que pregunta por mí. Es mi ginecóloga. He estado esperando su llamada desde hacía semanas. No me había atrevido a esperar con impaciencia, ya que sabía que tardaría en llamar.
A principios de septiembre fui a verla. Hacía meses que tenía una pregunta muy importante que hacerle. Me inquietaba el interrogante porque me daba terror la respuesta, y hoy, ha llegado.

“¿Recuerdas lo que me pediste?, siento decirte que no. He hablado con la patóloga y no hicieron fotos (de Cora). Solo las hacen, por protocolo, cuando el bebé sufre alguna malformación, para dejar constancia. Lo siento mucho.”

Le contesto cordial y amablemente. Pero noto como mi corazón se va desquebrajando poco a poco. Me despido de ella sin dejar que amanezca la emoción que intuyo. 
Cuelgo. Respiro hondo. Intento controlar mis lágrimas. Estoy en casa de mis padres y no me apetece que me vean llorar. Se lo digo a Miquel. Nos miramos un segundo y cruzamos algunas palabras. No quiero sentir el dolor que siento. Me trago mi sentir y avanzo hacia el comedor. 
Adai juega encantado con su “yayi”. Lo miro y me pregunto si Cora hubiera sido tan rubita, de piel tan suave y de sonrisa permanente. No lo sé, y jamás lo sabré.

Me atreví a pedir su foto porque se me olvida su cara. No sé cómo no pensé en fotografiarla  yo misma cuando nació. A veces me odio por no haber sabido pensar en algo tan simple. Todas mis posibilidades por volver a verla se esfuman tras esa llamada.

Quiero su foto porque ya no sé si la recuerdo a ella o recuerdo la imagen que he creado de pensarla tantas veces.
Cuando la conocí físicamente, a primera vista sentí decepción y rabia que no supe expresar. La comadrona tuvo la brillante idea de censurar sus ojos y su boca con unos esparadrapos trasparentes. Vetó su mirada inerte y su boca pálida. ¿Qué quiso esconder? Mi hija era la más bella pese a que rebosara muerte. Aquella señora inculta emocional me prohibió, con sus celos tajantes,  que contemplara a mi nena en su totalidad, tal y como era.
Con un gorrito y una sábana verde, quedaba escondido el resto de su cuerpo. Quise verla toda, pero no pude. Estaba envuelta como el mejor de los regalos, deshice vueltas y vueltas de tela de quirófano, y su cuerpo no aparecía. Decidí no desenvolver más, y quedarme con la imagen de su cara solamente.

Hoy me arrepiento. Me arrepiento con todas mis fuerzas. Estoy rabiosa. Tengo charcos en los ojos y cemento en la garganta. No supe hacerlo mejor. Y a veces, no me perdono por ello.
En ocasiones me cuesta comprender que hice lo que pude. Bastante tenía con recibir a la muerte, yo que esperaba, inocente, a la vida.

Hoy, 2 años y 8 meses después, sé que jamás volveré a verte.
Tendré que conformarme con imaginarte porque sé que el recuerdo de tu cara se irá difuminando, cada vez más, hasta convertirse en un sueño.
Me voy a dormir con el deseo intenso de soñarte como antes, como nunca, como siempre. Necesito verte, una vez más, mi Cora. Quedamos en el único lugar que podemos vernos, a solas, en secreto. Ven a mis sueños, te espero allí.

Hoy, se reabre un poquito la herida, y cierro un capítulo más de tu corta vida y tu eterna huella. Te quiero, petita.